Etapa 5 · Roncesvalles-Hiriberri –
Miércoles 22 Agosto 2012
Tras quedarnos casi sin sitio para
pernoctar en el albergue de Roncesvalles con el Führer Alemán que nos tocó de
Portero, iniciamos la marcha a la siguiente mañana camino a Hiriberri ó
Villaneuva de Azcoa.
Toda la “soledad” que habíamos traído
hasta aquí, de repente se transforma en un camino bullicioso en el que no paras
de saludar a gente. Son los peregrinos con los que nos cruzamos y nos saludamos
con el “buen camino”. Son gente que viene de Francia. Vienen muy contentos y
todos saludan con sonrisas. Ellos bajan y nosotros subimos al collado de
Ibañeta donde una ermita cerrada nos protege con sus paredes para comer algo.
Nos encontramos de nuevo con la pareja de valencianos “Trastos de Montaña”, que
nos acompañarán en toda la etapa hasta Hiriberri.
Una pista de cemento que se va
alternando con el camino nos espera hasta llegar al collado de Lepoeder.
Dejamos el collado de Lepoder algún
peregrino nos pregunta por donde es, cuanto queda y cosas así. Yo ya me siento
dueño del camino, creía que lo peor ya estaba hecho y no era así. Dejamos a la
izquierda el Astobizkar. Los grupos de gente con los que nos cruzamos van
apareciendo de repente. Bordeamos el Txangoa por el norte por un camino a veces
empantanado en el que las hojas caídas de las hayas forman un barro en el que
nos hundimos en algunos lugares. Seguimos cruzándonos con peregrinos de
distintas nacionalidades. Tenemos que parar a comer algo y nos subimos encima
de unas hayas caídas.
El collado que forma el Txangoa y el Leitzarateka, a donde llegamos,
Estamos justamente en la frontera con Francia. Seguimos la valla de alambre que
llevamos a la derecha, según nos dice la guía, y vamos caminando porque vamos
por una pista que a veces ya tenemos problemas en reconocerla. Llega un momento
en que la pista se pierde entre la hierba, la valla de alambre se va a la
derecha de la dirección que traíamos y no sabemos por donde dejarnos caer,
porque el collado se acaba y hay que tomar una dirección para bajar. Aparecen
otras marcas de otros colores. Son azules. La Alta Ruta Pirenaica anda por ahí.
Oímos ruidos de maquinaria y nos parece que a lo lejos hay alguien con un
tractor. Entonces reculamos y encontramos de nuevo las marcas.
Una larga caminata nos baja hasta el pueblecito de Heriberri, y allí unos
trabajadores nos dicen el camino más rápido para llegar al Hostal, en
Ochagavia, al cual llegamos tras despedirnos de nuestros compañeros
valencianos, con una buena comida en esta taberna.
Así acaba nuestro 1er año del periplo
del GR-11, con la culminación de las 5 primeras etapas, esperando ansiosamente
que nos deparará el año que viene por estas tierras.
Pero luego llega el momento del gran
homenaje, de nuevo en casa de nuestro incansable amigo Alberto, con el deleite
de esos buenos chuletones y la visita a Pamplona.